lunes, 27 de noviembre de 2017

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Esperando patéticamente a que algo caiga del cielo. A que de repente, sin venir a cuento, suceda un milagro. A que todo suceda porque sí. Como un niño pidiendo a los Reyes Magos, o a Papá Noel. Como alguien que sólo ve la vida pasar sin ser capaz de detenerla.


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Mediocre. Ésa es la palabra.

El grave problema es ser consciente de tu propia mediocridad. Y eso te impide ser feliz. Eso, y el ser consciente de que nunca llegarás a nada. Porque sabes que nunca lo intentarás siquiera. Porque crees que no eres capaz. Porque te da miedo (¿¿¿QUÉ exactamente te da miedo???). Porque te rendirás antes de empezar. Porque te conformarás con ser mediocre, aunque eso te haga profundamente infeliz.


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"Todo el mundo es mejor que yo"

Pensamientos negativos, segunda parte.


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Los demás maduran, y yo siento que me atasco.

Qué pensamiento más triste.

Como un haiku.

(Sólo que no es un kaiku).


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viernes, 17 de noviembre de 2017

A veces tengo momentos como éste, en que creo sinceramente que la gente me odia, me detesta y me desprecia. ¿Que por qué? No, no hay ninguna razón en absoluto, es un pensamiento que viene sin más a mi mente, sin que nadie haya hecho nada para provocarlo. Simplemente me pongo a pensar en cómo soy, en mi forma de actuar, incluso de hablar, mi voz, mis gestos, mi mera presencia, y entonces pienso que la gente debe de detestarme y despreciarme por ello. Sí, es muy deprimente.

viernes, 10 de noviembre de 2017

No soy un buen nieto, mi madre puede decirlo. Tampoco soy muy bueno relacionándome con las personas, o eligiendo las palabras para este tipo de situaciones. Por eso no estoy seguro de qué decir. No sé mucho sobre mi abuelo, salvo en lo que se refiere a mi trato con él. Él siempre me trató bien. Seguramente mucho más de lo que yo merezco. Por lo demás, me remito a las cosas que siempre me contaba mi madre. Si hay que creerla a ella (y hay razones de sobra para hacerlo), mi abuelo era una de las personas más buenas de este mundo. Amable y trabajador. En su velatorio descubrí que había sido el conductor de una de las primeras líneas de autobuses de la región, desde muy jovencito. En ese momento, al ver aquella foto en blanco y negro, pensé "¡Qué guapo era!". Tal vez ese pensamiento estuviese fuera de lugar en aquellas circunstancias; es curioso darse cuenta de qué tipo de cosas que se les pasan por la cabeza las personas en los momentos más inopinados. En fin, volviendo a empezar, no sé muy bien qué decir, y el ser ateo no ayuda, porque no puedo ni siquiera ofrecerme ni ofrecer un consuelo en el que no creo (lo intenté con mi pobre abuela, y fue peor). Pero hay una frase que decían los antiguos romanos que creo que es adecuada, porque nos remite a la tierra. La tierra de la que todos somos hijos, porque sobre ella nacemos, en ella vivimos, en ella construimos nuestro hogar, ella nos provee de alimento, y finalmente a ella volvemos cuando morimos. Esta frase fue mi despedida, mis últimas palabras al abuelo. Se las susurré a su ataúd poco antes de que lo introdujesen en la cripta. Sit tibi terra levis, abuelo. O, como decimos hoy, "que la tierra te sea leve".

martes, 7 de noviembre de 2017

El escultor esculpía. Día a día, noche a noche. Hora tras hora, con paciencia y esmero, iba labrando poco a poco el pedazo de roca al que tenía que dar forma. Un poquito aquí, un poquito allá, despacito, con cuidado. A veces, en un arranque febril, como poseído, se lanzaba a esculpir sin freno, clavando el cincel profundo, martilleando con fuerza a toda velocidad, sin parar, indiferente en su trance de mirada fija, mientras llovían acá y allá fragmentos de piedra que salían despedidos. Él imperturbable,
En momentos así pienso que no tengo ganas de vivir. No, no quiere decir que quiera morir (no tengo ningún deseo de morir), pero el caso es que en días como éste no tengo ganas de vivir. Pues menuda gracia.

viernes, 3 de noviembre de 2017

Salgo al exterior y todo tiene el color gris y azulado de la lluvia. Sobre mí y en la cercanía hay un manto oscuro, pero a lo lejos las nubes son tan blancas que parecen acuarelas pintadas sobre la realidad. Blancura de algodón, como sábanas recién lavadas, secándose a la humedad de esta brisa. Se respira frescor, huele al canto de las aves. La ría aparece como un espejo con sinuosos dibujos. Pequeñas luces blancas brillan entres las calmadas ondulaciones del agua. Las bateas recuerdan a la Historia congelada en un cuadro. Es realmente hermoso.


Ahora oscurece poco a poco. La mano de dios juega entre la niebla. Dulcemente, como una canción tarareada, acuna el mundo hasta que el firmamento cierra los ojos.

En la playa lámparas de luz vieja recuerdan al calor del hogar.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Se levantó como siempre, tarde. Aún así, el día todavía era largo, y lleno de posibilidades. Pensó, con optimismo, que aquél sí que iba a ser un día provechoso. Pero poco a poco lo fue retrasando,  poco a poco lo fue dejando morir. Quería hacer tantas cosas... Ése era su problema. No, su problema era que soñaba demasiado con hacer muchas cosas. No, su problema era que soñaba demasiado con cosas que no podía hacer. No, su problema era que no podía hacer nada. No... A aquéllas alturas  no sabía cuál era su problema. Entonces se ofuscaba, y trataba de distraerse, pero quería hacer tantas cosas que se ahogaba en la indecisión. Finalmente, optó por lo de siempre. Perdió el tiempo. El día se hizo negro y se fue a dormir. Como siempre, tarde.