jueves, 17 de octubre de 2019

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Es que al final no hay ganas de nada. De absolutamente nada. No hay motivación ninguna, ni siquiera por las cosas que se supone que te gustan. Al final vas por la vida arrastrándote de un día a otro sin más propósito que el de ver pasar las horas delante de tu cara. Y claro, llega el inevitable momento en que te preguntas a ti mismo: "Oye... ¿por qué estás vivo? ¿De qué sirve? ¿Para qué quieres estarlo?". Al final te planteas si merece la pena. Si pones en una balanza lo bueno y lo malo y se inclina hacia lo segundo... Si realmente no hay nada que consiga sacarte de esa desidia absoluta hacia todo... Así, la vida simplemente es un accidente, algo que te sucede, pasa ella por ti en vez de tú por ella (juraría que le estoy plagiando esto a alguien). Estás en ella sin vivirla, y no te interesa demasiado, pero estás obligado a hacerlo. Te cuesta sacar energías para cualquier cosa, y sea lo que sea lo que hagas, te tienes que obligar. Y es muy cansado estar siempre así, igual que es agotador estar siempre enfurruñado, rabioso o amargado por algo, incluso cuando te acabas de despertar y sucede sin absolutamente ningún motivo aparente, solamente por recuerdos que despiertan rencores acumulados y que habías conseguido tapar, olvidar, pero no superar, porque vuelven y te joden.

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